Era un día sin mañana, la noche llegaba ya. Los navíos en el puerto, las montañas más allá. No sabían que mañana dejaría de brillar la luna roja que esa noche lo envolvía todo y más. Esa noche se encontraron dos amigos de la mano pegados a una pared, y el agua se derramaba entre las rocas de la playa y la hacía retumbar. Poco después, en la mañana, se dijeron « nunca má s » , pero a la noche siguiente se volvieron a encontrar. No querían separarse, ni siquiera por azar, e hicieron todo lo posible para nunca despertar. Pero llegó la mañana, llegó el agua, llegó el mar. La dulzura del mañana se tornó agria y nunca más volvieron a encontrarse bajo la luna sin pensar que el mañana no importaba, que todo iba a funcionar.