Grito
Se escuchó un aullido
aquella noche;
ojalá hubiera sido un lobo,
pero no:
ese grito acobardado
por la tranquilidad
del entorno
fue proferido
por una boca
sufriente,
por unos labios
quebrados
y atrapados,
impotentes,
en una incesante pena.
Ya, ya lo sé,
fui yo.
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