Un encuentro inesperado en el medio de una calle, las miradas de soslayo; tú te giras esperando que, mientras te alejas, yo te esté mirando. Y así es; me has sorprendido observando ensimismada ese cuerpo que sin miedo, sin temor a avergonzarse, se ha girado a contemplarme con ojos apasionados. A veces las conexiones entre dos desconocidos son más fuertes que los lazos que unen a dos amantes que se han vuelto indiferentes al sonido de sus pasos.
Tus lágrimas amargas, los abrazos de adiós. No los merezco. No te merezco. Las caricias infinitas, el cariño desbordado. No lo merezco. No te merezco. Tu miedo a perderme, tu miedo a quererme. No lo merezco. No te merezco. El dolor y la mentira, el pesar y la tortura. No los mereces. No te merezco. El perdón y la ternura, el amor y la ventura. No los merezco. No te merezco. No te merezco.
Ya no eres tú, ya no soy yo, yo no soy yo; solo soy sombras. Las pupilas de la gente, vagas, inertes, bajo la misma luna indiferente. La piel marchita como las ondas que crecen solas bajo el enigma de una voz sorda. El aroma del alba se vuelve amargo en cuanto guardo bajo mi cama el corazón. Ya no eres tú, ya no soy yo, yo no soy yo; solo soy sombras
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