Me esperabas en la entrada con el ritmo de mil canciones atrapadas entre tú y yo. Y tus ojos no mentían, no hacían como los demás. Ellos decían, decían, decían y en realidad no sabían de nosotros ni la mitad. Tú me querías. Me querías tanto que intentabas cerrar las heridas que tú mismo me hacias. Me querías tanto que me escondías bajo la luna en aquel lugar... Hasta que llegó ella. Entonces me enterraste bajo la arena húmeda, solo un resto de los dos. Y eso es lo que quedó de ti, un secreto, una historia que jamás nadie creyó y unas palabras que diez años después siguen en mi cabeza. Siempre volví a ti y tú siempre me dejaste volver. Pero esa fue la última vez, no se cumplirá lo que dijimos, está bien...