Ojalá



      Has vuelto a aparecer junto a mí mientras dormía. Y parecías tan real, que por un momento llegué a creerme que estabas allí. Me mirabas sin resentimiento. Me mirabas a los ojos sin odiarme. Me mirabas con tus ojos negros sin sentir dolor. Y yo te sonreía, contagiada por tu felicidad. Por tu famosa actitud positiva hasta en los peores momentos. Supongo que no en todos. No en aquel. 
      Sé que te hice daño. Y sé que no merezco estar pensando en ti. Sé que piensas que no me importaste, y que fue fácil para mí desaparecer. Lo que no sabes es que es extraño el día en el que no te pasas por mi cabeza. Y me planteo todo lo que te querría decir. Después acallo mi mente con excusas. Con el miedo de volverte a ver. Con el terror de sentir tu odio dirigido hacia mí. Con el dolor de ver que ya no me amas. Con el pánico de olvidar mis palabras y quedarme en blanco. Blanco, blanco como aquellos días vacíos. Blanco como el día en el que me esfumé. 
      Tengo miedo de salir de mi escondrijo y que no me quieras ver. Temo mostrarte mi cara porque es la prueba de mi cobardía. Las pequeñas arrugas en mi frente son la muestra del tiempo que ha pasado desde entonces. Cada día que pasa me hace sentir que ya no merece la pena hablar. Que ya no importa si me odias. Que nunca me volverás a mirar. Y aún así...
      No dejo de imaginarme una conversación contigo. Una en la que no gritamos, ni callamos. Una en la que hablamos, reímos, recordamos, perdonamos. Sé que es egoísta. Pero siento que hasta que no escuche tu perdón no podré dejar de darle vueltas. Y yo sé que escuchar mis excusas no van a devolverte los años que has perdido echándome de menos. O los años que has pasado odiándome, aunque sé que no eres capaz de odiar. Pero también estoy segura de que mis palabras calmarían esa espina. La que tienes en el corazón desde el día en el que me marché
      Ojalá un día te encuentre. Ojalá me atreva a hablar contigo. Ojalá me dejes hacerlo.

Ojalá.

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