Delirio



Siempre quisiste besar
mis labios sabor caramelo,
sentarte junto a mí en el sofá
y susurrarme mentiras al cuello.

Siempre quisiste tocar
cada ola de mi cabello,
pero nunca quisiste escuchar
una opinión o un recuerdo.

Siempre quisiste danzar
contra mi cuerpo excluído,
y nunca quisiste atender
a aquellos largos suspiros.

Siempre quisiste buscar
ese placer egoísta,
perdido entre los gemidos
de tu maldito amor narcisista.

Siempre quisiste disfrutar
de una atención detallista,
pero nunca dejaste de jugar
a ser el dueño de mi vida. 

Y yo nunca pude mirar
más allá de tus mentiras
y, ahora, con el cuerpo entumecido,
perdido entre los miedos
que me atormentan
desde aquel día,
te declaro culpable
de todos los sobresaltos
que me llevaron al llanto
y confieso que tu mirada
es demasiado semejante
a la del hombre causante
de toda mi insensatez.

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