Promesas.



Era de noche en aquella plaza;
alrededor, varias palmeras,
y, a lo lejos, el sonido
del mar inundando
con su voz cada rincón.

Nos sentamos en aquel banco,
cerca de la torre del reloj
y lejos, muy lejos, de la Puerta del Sol.
El silencio acompañaba
el compás de las olas contra el muelle
y aquel edificio iluminaba el mar
con sus luces intermitentes.
A lo lejos, se veían las farolas ilegales
de aquel barrio construído de noche,
a la luz de una luna que impregnaba
toda la ciudad de luz.

En aquel lugar decidimos
volver a encontrarnos,
creamos un plan imperfecto:
por siempre juntos junto al mar.

Te prometí tantas cosas
antes de que llegara el miedo
y antes de que la presión en el suelo
se volviera contra mí.

Pero ya no, ya no más,
no más abrazos
a la altura del reloj;
no más, no más besos
allá arriba, junto al ascensor.
No más, no más sueños,
solo pesadillas mal plegadas
en la esquina de un papel;
solo miedo, rencor, odio, miedo,
miedo, miedo, miedo.

Solo miedo en cada calle,
miedo en casa, miedo fuera,
miedo dentro, miedo de que tú,
de que yo,
de que los dos,
de que la calle,
de que el cielo y
de que el mar
llegasen a desaparecer.

Desaparecieron,
desapareces,
desaparece,
desaparezco,
desapareciste. 

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