Era de noche en aquella plaza; alrededor, varias palmeras, y, a lo lejos, el sonido del mar inundando con su voz cada rincón. Nos sentamos en aquel banco, cerca de la torre del reloj y lejos, muy lejos, de la Puerta del Sol. El silencio acompañaba el compás de las olas contra el muelle y aquel edificio iluminaba el mar con sus luces intermitentes. A lo lejos, se veían las farolas ilegales de aquel barrio construído de noche, a la luz de una luna que impregnaba toda la ciudad de luz. En aquel lugar decidimos volver a encontrarnos, creamos un plan imperfecto: por siempre juntos junto al mar. Te prometí tantas cosas antes de que llegara el miedo y antes de que la presión en el suelo se volviera contra mí. Pero ya no, ya no más, no más abrazos a la altura del reloj; no más, no más besos allá arriba, junto al ascensor. No más, no más sueños, solo pesadillas mal plegadas en la esquina de un papel; solo miedo, rencor, odio, miedo, miedo, miedo, miedo. ...